Dicen los meditadores budistas que de la calma brota naturalmente la alegría. Sin conservantes ni edulcorantes, sin necesidad de comprarla en centros comerciales o simularla con estupefacientes o litros de alcohol.
Para que tu alegría se apoye en la esperanza, aunque aún no hayas conquistado la calma, te traigo una reflexión que comienza con la siguiente idea: “ecualiza tu mente o reventarás de estrés”. Si la ecualizas bien, no. Si la ecualizas mal, es muy posible que el reventón sea inevitable.
Lo mismo que la tormenta precede a la calma, y antes del amanecer hay mucha oscuridad, el reventón por estrés viene precedido por una cantidad enorme de achaques, dolencias y pesares. Tantos que cuesta contarlos con los dedos de varias manos.
Dice un hombre sabio que en la vida aprendemos por las buenas o por las penas. Como la letra con sangre entra es una consigna educativa caducada, vamos a dejarnos de penas y vamos a por las buenas.
Como estudioso y explorador de todo lo que atañe al estrés, me encontré un día con una frase que decía: “Lo importante no es lo que sucede, sino cómo lo interpretamos”. Al rato me encontré con una metáfora de navegantes que decía: “El pesimista se queja del viento, el optimista espera que cambie y el realista ajusta las velas”.
Y me dije: ¡Copón! Pues habrá que interpretar bien y ajustar las velas si no quiero morir de penas, ignorancia y estupidez. Y recurrí al método socrático de la mayéutica para hacerme preguntas hasta encontrar las respuestas más adecuadas para entrar en la senda del aprendizaje por las buenas.
Lo que viene a continuación es un resumen muy resumido del asunto. Voy a jugar al juego de pregunta y respuesta para no perderme por caminos secundarios.
Si lo importante es la interpretación que hago de lo que me sucede más que lo que sucede en sí, ¿qué tipo de valoración necesito hacer para reducir el estrés a sus mínimas consecuencias?
Existen dos tipos de valoraciones que van a ser cruciales en el tema que nos ocupa: la valoración sobre las características de la situación y lo que esta situación me exige, y la valoración sobre los recursos personales que tengo para afrontarla.
Si evalúo la situación como muy grave, amenazante y peligrosa para mi vida, identidad o personalidad, y a la vez considero que mis recursos son demasiado pequeños o insuficientes, la tormenta de estrés está servida.
Si, por el contrario, minimizo la gravedad de la situación poniéndola en perspectiva y confío en que mis recursos son suficientes para afrontarla con posibilidades de éxito, la reacción de estrés será mucho menor. Incluso podría considerar el problema como un reto estimulante.
Puestos a preferir, prefiero reto a tormenta descontrolada. Suena mucho mejor. Y con este fruto en el cesto me vuelvo a preguntar: Si esto es así, ¿qué necesito hacer para evaluar mejor estas dos cosas?
Y una voz interna me responde: necesitas mirar, percibir y comprender mejor lo que te pase y revisar las armas de que dispones para enfrentarte a los problemas de la vida. Si tu mirada es obtusa, tu percepción sesgada y tu comprensión es errónea, prepárate para vivir el infierno en la tierra. Si tus armas o recursos son pocos y malos, prepárate para que cualquier problema te pase por encima como un sunami.
¿Y qué me juego con mi forma de mirar, percibir e interpretar? Casi nada. Me juego la vida entera. Y por eso tomo una decisión de gran calado: Necesito aprender a tomarme las cosas de una manera menos amenazante y estresante.
Y me vuelvo a preguntar: ¿cómo voy a tomarme las cosas de otra manera si siempre me las tomo de la misma forma? Y de pronto me llega una respuesta contundente: “Déjate de tonterías, chaval”. Eso lo dirán aquellos que están hechos de una pieza, los apegados a sus hábitos de pensamientos, los dogmáticos de mente rígida, los convictos de sus convicciones, los que miran al mundo con visión de túnel y estrechez de miras.
¡Vale! Entendido. ¿Y cómo lo hago? ¿Cómo acometo un cambio positivo en mi forma de evaluar? De pronto me llega otra respuesta desde el fondo de la cueva: ecualizando tu mente de forma positiva para que su funcionamiento sea óptimo y tu música suene armónica. Acto seguido me llega a la mente la imagen de un ecualizador con muchos mandos y botones.
Como los asuntos de la mente suelen dejarse en manos de los expertos y estos no se ponen de acuerdo en las teclas a tocar, se me ocurre inventarme uno sencillo y manejable. Haciendo gala de osadía y algo de creatividad, decido que el ecualizador en cuestión tenga cinco secciones: decisión, estado, funcionamiento, dirección y sentido.
En la primera sección está la decisión que acabo de tomar: aprender a tomarme las cosas de otra manera menos estresante, realizando una ecualización positiva de la mente.
La segunda sección trata del estado de la mente. Aquí voy a mirar a la cara a dos tipos de mente muy contrastadas: por un lado, una mente rígida y una mente líquida, inadecuadas ambas para una buena ecualización; y una mente flexible y ecuánime, la mejor dotada para gestionar el estrés y la vida entera.
La tercera sección trata del funcionamiento de la mente. Aquí ubico cuatro asignaturas que plantearán un estimulante reto a los buenos alumnos en la universidad de la vida. No las mencionaré hasta que el supuesto alumno dé un paso al frente y diga: “Échame cartas que quiero jugar esta partida”.
La cuarta sección trata de la inteligencia que dirige el barco: el insidioso ego con sus plumas multicolores, o ese ser esencial que habita en algún misterioso lugar de nuestro corazón. Como te podrás imaginar, el viaje es bien distinto si se pone al timón uno u otro. No hay color.
La quinta sección se focaliza en el sentido de nuestra vida. Aquí veremos cómo se hace eso de crear sentido y cómo podemos redecorar nuestra filosofía personal, de manera parecida a cómo IKEA nos invita a redecorar nuestro hogar.
Y hasta aquí puedo contar. Si te han llamado la atención estas reflexiones, estas preguntas y respuestas, tendrás que entrar en larutadelacalma.com, ir a la página de servicios y adquirir Formación SEDA Estrés, el curso completo del Método SEDA Estrés.
Llegado a este punto, se me ocurre una última pregunta: ¿puede realizar esta ecualización positiva cualquier persona? Por supuesto. Tan sólo hay que tener la conciencia un pelín expandida, haber asumido la responsabilidad sobre la propia vida y echarle un par de lo que sea: huevos, ovarios, narices o arrestos. Da igual cómo se exprese, siempre que vaya acompañado de una buena dosis de coraje y valentía.
Considero que cada persona puede y debe tener herramientas y conocimientos para gestionar su mente y sus estados mentales. Esta información está disponible para toda la humanidad y desde hace siglos.
Los conocimientos contenidos en este ecualizador no entran en conflicto de competencias con nadie, ni sustituyen a las oportunas terapias psicológicas con profesionales de la salud mental en el caso de ser necesario. La ecualización planteada se dirige preferentemente a personas normales, sin desequilibrios graves y que quieran manejar su vida con autonomía y responsabilidad.
Aunque la ecualización es un reto complejo, lo bueno del asunto es que nos vamos a mover en un marco sistémico. Esto quiere decir que, a poco que regulemos un botón hacia una mejor ecualización, todo el sistema se verá afectado positivamente.
No nos podemos olvidar que vivimos en una unidad integrada donde todo está interrelacionado y conectado. Ya lo dice un antiguo proverbio chino: “el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”.