Autor: Juan Sahorí

El estrés y la creatividad

Podría parecer que asociar estrés y creatividad puede ser algo forzado, pero no lo es. Trataré de explicarlo con dos argumentos de peso. El primero trata de la complementariedad de la gestión del estrés y el desarrollo del pensamiento creativo dentro de un largo viaje. El segundo habla de la creatividad como recurso de primer orden a la hora de afrontar las situaciones estresantes.

Comencemos con el viaje

Imagina una montaña con dos puntos muy polarizados. Por un lado, está una cueva tenebrosa en la base y en el otro extremo está la cima. A mitad del recorrido se sitúa un campamento base llamado normalidad saludable.

Pues bien, la gestión positiva del estrés nos permite pasar de un estado patológico y sufriente, el del estrés crónico y su calvario sanitario, a un estado de normalidad saludable donde se sitúa el campamento base.

Tras esta enorme conquista, la mente creativa nos guía en el siguiente tramo hasta la cima donde se van conquistando los llamados estados esenciales, esos que suenan maravillosamente bien: serenidad, paz interior, sentido de vida, plenitud, etc.

La conexión no termina aquí como si se tratase de un relevo de sherpas. El pensamiento creativo también debe aparecer en una estrategia integral de gestión del estrés, como es el Método SEDA Estrés. En esa estrategia es preciso hacer muchos cambios positivos, entre ellos el de cambiar una mente rígida por una mente flexible. Y aquí está la conexión fundamental: para una gestión inteligente del estrés vamos a necesitar creatividad.

Todos hemos nacido creativos

Con un poco de reflexión profunda podemos aceptar de buen grado que todos hemos nacido creativos, que la creatividad es un talento innato e inherente a todo ser humano por el hecho mismo de serlo y que es la cualidad que más nos aleja de las bestias y más nos acerca a los dioses.

Cuando surge un problema que la razón no alcanza a resolver decimos: “seamos creativos”; cuando queremos aportar algo nuevo a cualquier campo, echamos mano de la creatividad; cuando queremos crear una obra de arte, sabemos que no podemos hacerlo sin desplegar un proceso creativo.

Si esto es así, ¿qué hacemos dejando que la creatividad se marchite en las escuelas a temprana edad con el beneplácito de padres, docentes y sistema educativo oficial?, ¿por qué le tenemos tanto miedo a nuestro talento y a su enorme potencial?

Todo ser humano ha nacido con una serie de talentos que le permiten desarrollar y expresar el don de la singularidad. Estos talentos singulares nos permiten construir una idea de misión personal capaz de dar sentido a la vida entera, por muy dura que ésta se presente.

Si aceptamos esta premisa, ¿a qué viene ese miedo extraño a tomar posesión del poder contenido en esos talentos? Si los talentos personales tienen poder es porque necesitamos mucha fuerza para cumplir nuestras misiones y para afrontar con posibilidades de éxito las situaciones duras de la vida.

La creatividad como recurso de afrontamiento

Si renunciamos a ese poder contenido en nuestros talentos, entre ellos el de la creatividad, es como aceptar correr una maratón con zapatillas de plomo o subir el Everest descalzo y con resaca. Y eso es precisamente lo que ocurre con nuestras predecibles y mediocres vidas: con los talentos atrofiados, enseguida nos derrengamos, renunciamos a los sueños y se nos olvida que somos águilas con el poder de volar bien alto.

Renunciando a la creatividad y a la plena expresión de nuestros talentos nos quedamos sin recursos ante un mundo que concebimos como un campo de batalla. Y justo aquí, en este preciso punto, es donde se encuentra la conexión con el estrés maligno.

Hay una idea esencial para comprender el fenómeno del estrés que dice que lo importante no es lo que sucede, sino cómo lo interpretamos. Si traemos a colación algo de la teoría sobre el estrés, encontramos que la evaluación de lo que nos sucede es un factor mediador entre el estímulo y la respuesta de estrés.

En esta evaluación de la situación existen dos tipos de valoraciones que van a ser cruciales en el tipo de respuesta de estrés: la valoración sobre las características de la situación y la valoración sobre la disponibilidad de recursos para afrontarla.

Si evaluamos la situación como muy grave, amenazante y peligrosa para nuestra vida, identidad o personalidad, y a la vez valoramos que nuestros recursos son demasiado pequeños o insuficientes, la tormenta de estrés está servida.

Y aquí está el meollo de lo que quiero analizar. Si renunciamos al poder de nuestros talentos nos quedamos sin recursos, sintiéndonos demasiado débiles frente a unas situaciones que evaluamos como peligrosas o amenazantes.

Por esto y por muchas razones más, que no nos engañen los manipuladores de todo pelaje. La creatividad es un talento irrenunciable que nos permite salir bien parados en nuestro paso por la vida. Y esto es un valor esencial para la inmensa mayoría, salvo para los golfos que mueven los hilos y tienen intereses perversos en que vivamos débiles, asustados y enfermos crónicos.

En mi opinión, más que golfos son unos sociópatas de manual y los que siguen sus designios unos pardillos. Como diría Gandalf: “recuperad la creatividad, insensatos”.

 

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